"Soñamos lo que nuestro cerebro decide: imaginamos siempre lo que nunca soñamos"
sábado, 16 de marzo de 2019
Cuando los sueños mueren
He vuelto sobre mis pasos, desandamos lo vivido, breve pero eterno, porque tras cada fuego siempre queda un rescoldo. El viento ruge, las ventanas golpean una y otra vez, y unas cortinas hechas jirones son los únicos testigos del olvido, junto al polvo que cubre los muebles. Un jardín descuidado, de margaritas y hortensias que un día fueron la luz.
Podría ser esa casa de los espíritus, por tanto tiempo de letargo, donde los muertos no hablan, aunque todo lo observan. Silencios que lo dicen todo, murmullos que se pierden en cada recoveco de la memoria.
Supongo que me perdí, que tarde descubrí que nunca podría ser el destinatario de la oportunidad, de sentir aunque fuese por poco tiempo, de experimentar de forma breve aquello que nunca tuve.
Es la crueldad sincera del despertar, descubrir que el espejismo es ese sueño que te envuelve y arropa, que te aísla de ese frío polar que es el dolor. Es una verdad torticera, implacable en su respuesta, donde la indiferencia es el peor de los castigos.
Tal vez confundí oportunidad con ingenuidad, que nunca la miel se hizo para la boca de un asno, que la veleidad nos puede, porque cada cualidad de lo humano no es otra cosa que el talón de Aquiles, de flancos susceptibles de sufrir el peor de los ataques.
Es un error responder al ataque con la espada, cuando la sangre aún resbala, en caliente, donde neuronas y adrenalina pugnan por vencer. Es mejor dejar en propiedad ese puente de plata de un supuesto enemigo que prefiere huir, harto tal vez de tanta contienda, de tanta afirmación y negación.
Siempre fui consciente de que un día habría de rebosar el vaso de la paciencia, como una lotería donde el resultado es la decepción, el desapego, la desafeccion ante aquello que un día fue icono de nuestra veneración, sin vacilar, sin la duda o resquemor a equivocarme. En cierto modo no es otra cosa que idealizar, poner el foco en la mística despojada de lo escatológico, olvidando que nada hay excepcional, que la vida es esa cadena donde las células mueren, que tras el último eslabón no hay nada.
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