Suele suceder que guardemos en nuestra memoria aquellos nombres que los libros nos dieron como los más importantes, y no sé qué escala utilizaron para medir las cualidades de aquellos sabios que dió el legado andalusí, pero dejando a un lado Ibn Zaidun, Aben Mazarra, Averroes, etc., y gracias a mi amigo Pedro Mengual y compañero de trabajo, en un rápido bosquejo que me hizo de la figura de Ibn Firnas, no dudé en leer la escueta biografía del que yo llamo El Leonardo de Al-Andalus. (Debe ser que los locos me apasionan, sin duda).
Sostengo que el talento va ligado a una dosis de locura, y fueron esos locos los que nos legaron las más grandes y a la vez, hermosas obras.
Si la Córdoba del Califato llegó a ser la ciudad más importante, no sólo por su población, sino por el modelo económico y social, es lógico pensar que 800 años de esplendor ofrecen todo un abanico en disciplinas como la medicina, la física y la astronomía, entre otras.
Abbas Ibn Firnas nació en algún lugar cercano a Ronda,en Al-Andalus si bien su fecha no se sabe con exactitud, afirman que murió en el año 887. Era muy conocido en la sociedad de la época por ser, en cierta forma, una especie de “adelantado “, con conocimientos en química, con experimentos dignos del loco más inquieto, novedosas técnicas para la época en aplicaciones de ingeniería, incluso inventó un reloj de agua llamado Al Maqata. Tengo que aclarar que no tengo la más mínima idea de su funcionamiento, pero ahí están las crónicas que lo atestiguan.
Me llama poderosamente la atención el que, además de lo anterior, Ibn Firnas era un reconocido poeta algo que todavía, para mucha gente sigue siendo incomprensible, pues mística y conocimientos de aeronáutica e ingeniería, no suelen asociarlos, como tampoco la visceralidad política, y es que al poeta, aún hoy, se le encasilla en una mezcla romántico-mística.
En el 852, un loco llamado Armen Firman, y aquí surge la duda, pues hay quien sostiene que Armen Firman era el nombre en cristiano de Ibn Firnas, se arrojó desde la torre de la Mezquita con una especie de capa, y, aunque no se mató, Ibn Firnas maduró la idea de construir un artilugio capaz de volar. Tras minuciosos cálculos, construyó una especie de planeador, basándose en el vuelo de las aves, algo así como un ala delta rudimentaria, terminando su proyecto en el año 875.
Dicen que voló algunos metros con alguna que otra magulladura, pero sobrevivió al intento, y en el mundo árabe es elevado a la categoría de héroe, incluso Libia emitió unos sellos de correos conmemorando su gesta. Un célebre aeropuerto de Bagdad, marcado como zona de combate lleva su nombre, así como un cráter lunar.
Sea como fuere, un simple comentario sobre la figura de Ibn Firnas, reforzado por las fotografías de amaneceres del puente que lleva su nombre, realizadas por mí amigo fueron más que suficientes para destacar esta humilde reseña de un sabio que me cautivó más por su locura e inquietud que por las disciplinas que al mismo tiempo cultivó.
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