A medida que mayo se aleja, muestra su benevolencia, siendo menos acusados los síntomas de esta alergia. El olivo va tirando su flor, pero se hace de rogar el aligustre, en un derroche de ostentación.
Primavera de alergia, de emociones por la simpleza, de ausencias, de frustraciones, de desencanto y a la vez de desengaños.
Cada día es una prueba de resistencia, y no encuentro la táctica ni estrategia alguna que me permita ganar en un solo campo de batalla.
El amor no es creíble en la semántica. Dejó de tener fe también, porque se cansó de esperar, de huir, de gritar.
Cada día es igual en mayo, de sol y tormenta, como el año pasado. Y esta querencia, este extrañar, de repente se me antoja raro. Tras cuatro años improvisando y dos errante, tengo esa sensación que huele a fracaso. Uno se curte a golpes en la vida, y para una vez que nos necesitan no estamos a la altura.
Reconvertido, innovado, globalizado, manoseado, este amor así mal llamado, cada vez se parece más a lo que expresa una letra de cambio.
Este mayo, por negarme me niega hasta los pájaros, pues aún no vi un jilguero. Si otoño es la nostalgia, la primavera es el recuerdo. Querencia no es apego, como tampoco amor es enamoramiento, porque se ama con el alma mucho más que con el cuerpo.
Este mayo, de temprano frío y sol intenso amenaza con la tormenta, que todo cabe, como presagio de algo incierto, y ya no sé si del amor sabe más el loco que el cuerdo, aunque creo que tiene usted razón, don Jacinto, pues el amor cuerdo se basa en monótonos y primarios movimientos, el triste gozo que tan solo sacia el ego.
Este loco amor, en nada se parece al cuerdo, y no hay distancia que pueda condenarle a la diáspora, como tampoco al olvido. Se ama sólo una vez, por mucho que el cuerdo cuente los años de su amor ficticio, pues el loco no dibuja un corazón, y, aunque loco, es el único que siente sus latidos.
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