domingo, 27 de mayo de 2018

Cuando la unión se vuelve traición


Este rincón me sirve para alejarme de tanta necedad, de tanto sin sentido que corrompe y adultera una mínima sensibilidad. Aquí desconecto de ese ejército de complacientes abducidos que aupan la intolerancia y la mediocridad.
Llego a creer que es un chiste de mal gusto cuando sociólogos, antropólogos, psiquiatras y psicólogos invocan al humano con el falso marchamo de racional. ¿O tal vez confundimos consciencia e inconsciencia? El subconsciente aquí no pinta nada, porque es la teoría, el tutorial que el individuo redacta como manual de campo y que entrega al consciente para llevarlo a la práctica, o dicho de otra forma, Dr. Jekill y Mr. Hyde. Dependiendo de quién recepciona el manual, así es su resultado final.
En un mundo interconectado, de redes, de satélites, de sistemas de información, no todo es light, de avances tecnológicos que dicen facilitar todo al individuo. Y es que el progreso no está exento de sus cloacas, de lo underground. Queremos velocidad, memoria y capacidad no para aprender, sino para lo trivial, para opinar de todo sin el mínimo argumento.
Un compañero de trabajo me hablaba de un vecino, que con una mezcla de amargura y resignación se lamentaba,
—Cuando era niño, apenas comía, porque en una posguerra no había nada. Ahora que podría comer de todo, tengo glucosa, hipertensión, colesterol, sobrepeso…
Se desquita de su frustración tecleando en Google con avidez cualquier tema por el que sienta curiosidad,y no entiende que sus nietos pasen más tiempo en un chat de videojuegos que documentándose, como apoyo importante a sus estudios.
—Esta generación lo tiene todo, pero no sabe valorarlo en su medida.
 Es la opinión generalizada de quienes no tuvieron acceso a las posibilidades de hoy, y, en parte, no faltos de razón. A la desidia, al mínimo esfuerzo le llaman “cultura “. ¿Cultura de qué? No veo cultura en la monotonía de un rap que incita al odio contra un semejante. Yo no veo cultura en el lenguaje soez y chabacano del que se llenan las redes. Otra cosa es que un sector “experto “ en antropología y sociología calme las hormonas de la idiotez con el paño caliente de “cultura “.
Haciendo un poco de autocrítica, y entonando un “mea culpa”, ¿eran cultura los hippies, Woodstock y el ácido lisérgico?
Podemos llamarlo Movimiento contestatario, conato de Revolución, pero, ¿qué perdura de aquello? Absolutamente nada, porque aquella forma de protesta sólo se quedó en moda. Muchos de aquellos rebeldes son los yuppies de hoy, ejecutivos de las multinacionales que representan aquello que denostaban.
Mediocridad es que no aprendamos de aquello y volvamos a depositar una esperanza estéril en el líder de la secta, que volvamos a ser las ratas que sucumben a la música de un flautista, como resignados corderos camino al matadero.
La experiencia me enseñó que es mucho más peligroso seguir una ideología, porque seguirla es sinónimo de anulación del individuo, porque, como decía mi abuelo, cada persona es un mundo, que nunca puede llover al gusto de todos. No siempre la unión hace la fuerza, y si la hace, siempre es para aupar a quien tarde o temprano traicionará tus ideales, quien ocupará el sillón que otro sátrapa dejó. La Historia está llena de muertos por seguir la ideología. ¿Porqué en un pelotón de fusilamiento hay un tirador con la recámara vacía? Lo hay para evitar el remordimiento, para sembrar la duda entre los ejecutores.
Voto en base a resultados, en todos los aspectos, pero nunca lo haré aconsejado por ninguna sigla, con el único propósito de arrojar mierda sobre el opositor.

 Me gusta ser “raro”, no seguir la corriente, algo que me garantiza ser libre, ni más ni menos.

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