miércoles, 18 de abril de 2018

Solsticios



Los solsticios fueron desde siempre mis enemigos. Parece que fueran ciclos, donde la querencia, aquella que a duras penas conseguí olvidar asomara como vaso que rebosa. Es algo así como soñar con esa persona desconocida, y al despertar pareciera que fue el amor de nuestra vida, una especie de marca o hierro que nos une a alguien que, a tenor de lo soñado nos resulta muy cercano. Después, al cabo de unas horas olvidamos, como una especie de intruso que allana esa morada, desprotegida contra el subconsciente, donde un capo llamado cerebro lo controla todo.
¿Qué hace esa caricia o ese beso para, en diez minutos de sueño cambiarlo todo? ¿Es tal vez la defensa, a modo de aviso para señalar ausencias, compensar de algún modo aquello de lo que carecemos?
Es precisamente aquello que ocultamos lo que nos es en el sueño recordado, y lo peor de todo es que aparece espontáneo, sin posibilidad alguna de pararlo.
Se denomina Ingeniería Inversa a manipular un programa para que se comporte a lo que realmente deseamos. Pero nuestro cerebro no actúa en binario, ni entiende de lenguaje ensamblador, donde unas instrucciones, a modo de órdenes nos dicen lo que hacer, aunque en nuestra vida seamos prácticamente lo mismo. Call, llamada; cmp, comparación ; jump, ir a un determinado sitio en función de la comparación, y ret, regreso al principio de la llamada, y así continúa el ciclo, hasta encontrar un end o fin de programa, o sea, aquello que se nos ordenó.
Atendiendo a lo anterior, ¿qué es nuestra vida sino un programa? Nos movemos y actuamos por órdenes o consejos de viva voz, o bien aquellas recibidas por la conciencia, todo ello, en virtud de lo vivido o padecido.
Todo programa, todo software tiene lo que se denominan bugs, agujeros, fallos que se corrigen una vez depurado, bien sean de seguridad o de comportamiento del propio programa.
El hombre, como programa, ya nació defectuoso, pues el intruso imposible de eliminar es el sentir, y es el sentir quien se rebela contra toda orden procedente de otro humano, aunque en su mensaje de error sea terco y obstinado: aceptar, volver, salir. No hay más opciones.
Es este solsticio de primavera el que me pone entre las cuerdas, como si una espada de Damocles pendiera sobre mí.
En nada me diferencio del resto, porque todos estamos hechos de ansiedades, de espadas que acechan buscando el golpe certero. Todo para decirnos que incumplimos un programa, que un error desconocido, un fallo a la hora de tipear código puede que nos sitúe en un “Program Entry Point”, o lo que es lo mismo, volver al punto de partida.

 Es muy posible que esté errado, pero así lo escribo y así lo siento.

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