En este espacio de silencios
asoman tímidos en el sueño,
tan furtivos como insolentes,
aquellos besos imaginados;
son besos que no hieren
porque fueron sin roce,
aunque siempre robados.
Qué será de mis días,
de mis horas y momentos.
Qué será de mi pluma
si escribir no puede estos versos;
que alcance un susurro
tan solo quiero, para poder decirte
que en el mismo cielo nos veremos.
Venga la noche pues,
de brisa y frescor eterna.
Que recite un poema
con un coro de relucientes estrellas,
que la luna guarde tu sueño,
pues nunca hubo en el firmamento
hermosa y fugaz más bella.
Dedicado a quien transformó mis días, a quien me descubrió el amor sin necesidad de roce, porque amar es sentir al otro sin importar la lejanía.
Por siempre y para vos, Isabel.
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