Nunca me ocurrió algo así. A mis treinta y tantos años de servicio dedicado a la salud, a la atención directa de mis usuarios, a los que me debo. Por si alguien lo piensa o cree, no, no soy sanitario, sino un eslabón más en la cadena de atención a quienes demandan lo más elemental en la salud. Cuando la cadena falla, cuando el error es una realidad, lo prioritario es señalar culpables, diluir la responsabilidad y apuntar al cabeza de turco de la oportunidad, salvaguardando así ese velo o marco de una falsa profesionalidad. Pero una cosa es gestionar, encauzar, y otra muy diferente atender, en base a unos criterios sanitarios que tienen la preeminencia sobre toda gestión.
Lo vuestro fue mala praxis, fue el síndrome de la pelota de tenis, creyendo que despejando o arrojándola fuera, esta no volvería a tocar el campo. En vuestra disculpa, y respetando lo que no fuisteis capaces de respetar, valga la redundancia, soy consciente de la tremenda presión que soportamos todos, por lo que, hasta tengo un gesto de compasión y comprensión, el mismo que no tuve. Fui señalado como el culpable, la coartada para poner a salvo vuestra conciencia.
Más tarde fui interrogado, en eso de contrastar versiones, pero por más que insistieron en descubrir mal ambiente, salvé vuestra cara, vuestro honor, porque llegué a creer en esta ingenuidad mía que todavía tenía compañeros.
Vuestro castigo no será la sanción en sus variadas formas por parte de los que nos vigilan. Vuestra penitencia la llevaréis consigo cuando la conciencia os interpele, cuando os recuerde vuestra vanidad, vuestro vacío como personas.
Soy consciente de que está generación desconoce el sentido de la palabra lealtad, honestidad, decencia, y no me importa ser el chivo expiatorio que os exonere. Tampoco voy a enumerar cada una de las veces que os tendí mi mano en funciones que no son de mi competencia, para que vuestro trabajo no se viera entorpecido.
Qué infeliz el pobre César cuando no hizo caso ante los Idus de Marzo, donde Brutus, el menos sospechoso de la conspiración también hundió su puñal, como culminación a la traición.
La conciencia es esa parte de la psiquis que nos recuerda la diferencia entre el bien y el mal, único juez insobornable que nos detalla nuestra maldad, y por contra, la misericordia, en una balanza imaginaria, la espada que pende sobre nuestras cabezas.
Elegir una u otra es una cuestión de actitud ante la vida, la que nos define en última instancia como personas, hijos del bien o bastardos del mal.
2 comentarios:
Te ha faltado poner a quién va dirigida...
No lo voy a hacer, porque tampoco a mí se dirigieron para preguntarme. Simplemente salvaron su honor ante el Gran Hermano que todo lo ve. Que sea la conciencia quien les pida explicaciones. Si no lo hice ante el sumo sacerdote, tampoco ahora. Como sabes, me queda poco para irme, pero tengo muy claro quienes han sido y son mis compañeros.
Luís del Olmo dijo una vez, "trabajo en lo que me gusta, y encima me pagan",de donde deduzco que lo suyo era vocación, algo que está reñido con la obligación. No soy modelo en nada, pero, al igual que tú, me excedí en mis competencias, todo en aras de una colaboración callada, y muy a menudo criticada por el resto, y de eso, ambos ambos conocemos.
He tenido y tengo la suerte de contar con profesionales, cada uno en su disciplina. Tan sólo es una decepción.
La vida continúa, y mañana es viernes. Un abrazote, compañero.
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