"Soñamos lo que nuestro cerebro decide: imaginamos siempre lo que nunca soñamos"
viernes, 21 de agosto de 2015
Cartas a Isabel.- VI
La generación perdida
Hoy he llegado a notar una rara introversión. Es cierto que tenemos días donde nos preguntamos qué carajo hacemos aquí, y, sin necesidad de jurarlo, este es uno de ellos. Es simple. Es pasar de un extremo a otro, de la sonrisa atenta, la carcajada puntual y justificada a la melancolía y tristeza que delatan la antítesis de un modelo duradero en el tiempo.
Sin llegar a ese abismo de la depresión (afortunadamente), hago los esfuerzos necesarios para no caer hechizado por la apatía y el desencanto, tarea ardua y difícil en esa lucha que como seres racionales libramos a diario. Olvidé entrecomillar lo de racional, porque si leemos la prensa, dan ganas de bajarse en la próxima parada porque no hemos avanzado nada. La tecnología, la de las telecomunicaciones, lejos de unir a la familia ( y todos lo comprobamos), la separa. Separa a la establecida y a la futura, porque es esa tecnología la que se encarga de erradicar la monotonía de una espera a base de tipear en busca de lo que nos falta.
A modo de confesión, tengo un gran defecto que consiste en involucrarme mentalmente con cada suceso que leo. No son esas noticias que hablan de balaceras, ajustes de cuentas, en las que cada uno en uso de su libertad decide o no hacer qué cosa, y que por habituales llegaron a cansarme. Siento una mezcla de rabia e impotencia ante la violencia ejercida contra la infancia o la mujer. Llega a crisparme ese bombardeo diario con esas noticias que sacan lo peor del monstruo. Sí, la ventaja de enterarte de todo en tiempo real se llama Twitter, donde cabe todo, economía, sociedad, política, y a cambio de todo eso, la bajeza y la miseria humanas van incluidas, como queriendo advertir al lector que la mierda dejó de ser la gran desconocida, para convertirse en la estrella de lo cotidiano. Me cuesta mucho asimilar, (que no digerir) tanto desecho, y analizando generaciones sólo llego a la conclusión de que esta es la generación de la mediocridad.
Y esta generación también se defiende alegando que es lo que les dejamos, eludiendo de un plumazo su responsabilidad. No ha servido para nada, o tal vez tampoco supimos involucrarles de alguna forma en el mensaje de la lucha por los derechos civiles, del cambio que una sociedad harta del inmovilismo plantó cara a los poderosos, a una Iglesia cerrada a los pobres. Esta generación no sabe quién fué M. Luther King, Malcolm X o Daniel Cohn Bendit, ni qué les llevó al compromiso de intentar cambiar un mundo en decadencia, porque les devoró el síndrome de la comodidad, con una ausencia total de inquietudes que no sean las que les brindan los soportes tecnológicos en la búsqueda de la evasión y la ignorancia por todo patrimonio. Resulta descorazonador que la meta o aspiración de esta juventud sea participar en un casting donde se ensalza el libertinaje, el maltrato, en un programa de TV, con formato mundial y que en lugar de llamarse Gran Hermano, lo idóneo sería "Danzad, danzad, malditos". Siento un desencanto fuera de lo común al observar cómo esta sociedad imita cada vez más el ritual del escorpión, cuando, ante la falta de valores no tenga otra salida salvo su autodestrucción.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario