domingo, 30 de agosto de 2015

Amanece de nuevo



   Amanece, que no es poco, y otro día que comienza gris se abre paso, en un nuevo intento por ganarle la batalla al tedio y la monotonía. Un suave frío que se agradece me invita a liberar los colores, a extender mi pobre creatividad al amparo del silencio, el único amigo indolente e invisible que jamás te traiciona, pero fiel consejero ante el dilema de elegir. Limpio los pinceles, de la misma forma que limpiamos nuestra mente de los residuos que un día se volvieron tóxicos, con manchas casi imborrables que restaron luz al lienzo de nuestra vida.
   Y esta luz que todo inunda me guía en mis pasos para crear figuras que parecieran esconderse en difuminada niebla, como queriendo huir del primer plano que centra mi atención, en la hermosura que nadie ve sin tener una pizca de creativa locura. La mano que sujeta el pincel, de repente se volvió torpe. Oigo voces que recuerdo cercanas en el tiempo, me confunden sus palabras de aliento y a la vez las de crueles humillaciones y reproches. Recapacito y pienso, ahora que puedo, sin estar condicionado en modo alguno, con la paz que devuelve la quietud y su silencio. He decidido que amo el color y la luz, por encima del tenebrismo que me acecha, pero he de reconocer también que todavía no ha llegado ese momento... 

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