Al final de mi viaje.
Hoy me levanté pensativo, dudando incluso de porqué y para qué sirven las emociones, la palabra, los sentires. Es el eufemismo del "bajón", de la "pájara mental" en la que todos y más de cuatro veces caemos. Creo que, al segundo día de vacaciones, no termino de asimilar que aunque dispongo de todo el tiempo me sigo debiendo a otros, que fuí programado para una tarea concreta, con protocolos bien definidos tendentes a conseguir la calidad de vida que falta a otros. No echo en falta las consignas que marcan los de arriba, pero sí les extraño a ellos. Y es que a base de tantos años de misma actividad, nosotros mismos acometimos un día lo contrario, la desprogramación que nos alejó paulatinamente de nuestro entorno más cercano, como autómatas o máquinas que repiten lo mismo una y otra vez. Cuando la amortización de la máquina, cuando el desgaste provocado por el tiempo es visible y palpable, se impone la reconversión, que no es otra cosa que un forzoso "reset" o borrado (haciendo un símil de programación) de esos millones de líneas de código que conforman un programa.
Ya me avisaron con antelación los amigos, entre ellos, un excelente profesional de la salud mental. El reset en la actividad nos lleva a una encrucijada de caminos, donde elegir supone despejar la incógnita más dificil de nuestra vida. Es romper con el pasado más inmediato, junto a la toma de decisiones que allanen el camino que nos queda por recorrer.
Recuerdo cuando años atrás, en mi flirteo con la programación enfocada a la ingeniería inversa, sufría de ansiedad.Madrugadas enteras manipulando instrucciones para conseguir un código de verificación que me abriera las puertas al registro gratuito de un programa. El bucle era infinito, porque, una vez conseguido, necesitaba un nuevo reto, romper una protección más difícil que la anterior. Era complicado compaginar mis dos actividades, la laboral y la de un rarísimo hobby que, aparte de conocimiento, me aportó una ansiedad que combatí de forma radical, abandonando tal día como hoy cualquier alusión a la ingeniería inversa.
Es preferible ir asimilando poco a poco esa llegada, madurarla y tener previstos los nuevos retos que se presenten, evitar los efectos adversos de la supresión radical del ansiolítico indicado para una patología concreta. Sin duda, la mejor actividad es aquella que dé sentido a nuestras vidas, la que saque lo mejor de nosotros, sin cercenar el espíritu, la que nos proporcione la motivación necesaria, para que la reconversión sea un hecho y lejos de esa calificación generalizada que niega la utilidad de una máquina desgastada. La ilusión es la principal pieza a sustituir, el engranaje principal junto al que giran solidarios el resto(actividades).
Envejece quien se abandona y hace suyo el veredicto de la mayoría, quien se resigna al equívoco generalizado. La vitalidad, en ocasiones no va acorde con la edad, y desconozco si son los genes, o un desorden de no sé qué tipo. Solo cada uno de nosotros sabemos el momento de ir al desguace, asumir que dejamos de ser útiles al resto. Para entonces, espero entender un poco más a Juan Belmonte, cuando, sin expectativas decidió irse para siempre.
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