sábado, 20 de junio de 2015

DE RAZONES Y CLARIVIDENCIAS. (Cuento)


   Como cada sábado, Claudia acudía al viejo café donde gustaba debatir en profundas charlas con Andrés, un amigo con el que se sinceró a base de buscar sentido y respuestas a tanto como da de sí la vida. Cada uno tenía sus experiencias, que se parecían mucho por lo trágico, y cómo no, por la forma de superar los avatares, pero con conceptos muy diferentes a la hora de calificar el comportamiento del ser humano. Aquellas largas charlas compartidas provocaron que naciera entre ellos algo más que una simple amistad, aunque siempre guardaban una distancia que impedía ir más allá, por temor a romper aquella relación que surgió espontánea, sin planear o programar. En realidad, solo trataban de conocerse el uno al otro.

   A sus cuarenta años, Claudia seguía conservando una belleza juvenil, que ni siquiera las amargas experiencias vividas lograron borrar. Vivía completamente volcada en sus hijos, siendo para ellos padre y madre a la vez, sin tiempo para el amor, en el que ya no creía. Andrés también sufrió el alejamiento progresivo de su familia, demasiadas horas en soledad por los condicionantes laborales, por el estrés que marcan los horarios, lo que desembocó en una ruptura imposible de reconducir.

   Allí estaba sentada, en la misma mesa de siempre, saboreando a sorbos un refresco de cola, mirando nerviosa el reloj y la puerta del local. Al poco rato apareció Andrés, quien, tras el beso de rigor se dispuso para su misión de partenaire en otra de las muchas charlas.
-¿Qué tal, cómo va todo?
-Bien, -contestó Claudia.
-No lo dices muy convencida…
-Bueno, en realidad, siempre hablamos de lo mismo, de tus fantasías, de tus proyectos..
Por un instante, Andrés permaneció en silencio, como desmenuzando aquella última frase de Claudia, que sonaba más a reproche que otra cosa.
-Tengo pensado viajar, poner en práctica la meta que me marqué.
-Pero para eso necesitas capital. La vida es un mundo de tiburones, nada que ver con el mundo blando y romántico en el que vives. Deberías pensar en ahorrar.
- ¿Ahorrar en medio de esta crisis? –le contestó Andres.
- Eso es imposible, hoy por hoy. Mi capital lo tiene mi padre, un ahorrador huraño y mísero toda su vida que jamás me dio nada en vida, ni siquiera cariño, el perfil del padre-patrón que utilizó a sus hijos para su enriquecimiento.
- ¿Cómo? ¿Dependes de tu padre para realizar tu proyecto?. Yo todo lo hice sola.
- No me has entendido. –contestó Andrés. Mi padre tiene 87 años, sigue siendo mísero con él mismo. Utiliza su capital para garantizarse su atención de forma egoísta mientras viva, como moneda de cambio entre su familia. Por ley de vida, algún día se irá.
- Siento asco. –contestó Claudia. Nada hay peor que desear la muerte de alguien para acometer un proyecto.
- ¿De dónde sacas que deseo la muerte de mi padre? Solo dije que realizaré mi sueño cuando él falte, no antes. ¿Cómo puedes afirmar algo así de forma tajante? ¿Acaso posees la clarividencia de leer mi mente? ¿He dicho en algún momento que deseo la muerte de mi padre?.
- Es lo mismo !!-contestó una acalorada Claudia.
- Me asombra tu integridad moral, Claudia. Y en base a esa integridad tuya, ¿qué debo hacer? ¿Tal vez dejar ese dinero para un gobierno déspota que pretende el reparto de la miseria?.
   Tras unos segundos, Andrés espetó a Claudia.
-¿Te gustan los hombres, Claudia?
- ¿A qué viene esa pregunta? 
-Solo contéstame, -inquirió Andrés.

- Bueno…sí.
- Ahh…bien, bien. Sabía que eras una ninfómana.
- ¿Cómo te atreves a afirmar algo así? ¿Con qué autoridad das por hecho algo que no es?.-exclamó cada vez más alterada Claudia.
Tras un breve intervalo, Andrés acertó a contestar,
- Con la misma autoridad con la que tú afirmas que deseo la muerte de mi padre.

Sin mediar palabra alguna, Claudia se levantó y a toda prisa abandonó el local, visiblemente enojada. Andrés quedó solo, pensativo y serio, observando como se alejaba calle arriba . Claudia nunca pudo saber que sí, que Andrés hubo un momento en que deseó la muerte de su padre, cuando con 8 años vió impotente las palizas que propinaba a su madre, y las recibidas por él mismo y sus hermanos. Andrés, desde los 6 años de edad nunca tuvo las atenciones de un padre, que jamás recibió cariño alguno porque salió adelante por sí mismo, que fue capaz de perdonar a pesar del chantaje emocional al que le sometió su padre.


Nota.- Aunque puedan existir parecidos con muchas realidades, solo se trata de un….cuento ??
foto: red

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