En inmaculados cielos celestes
asoman duendecillos de plata,
y prendidos quedan en la fuente
al tiempo que en la plaza grande
se confunden los ecos sin gente;
letanía de monótonas voces
que juegan al corro de la patata.
Muere la tarde, la noche avanza,
y hasta palidecen los empedrados
en alquimia de aroma intenso;
satinados blancos de jazmines,
poblados zaguanes de incienso
y azahares de inmenso palio
envuelven los besos de enamorados.
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