No tengo miedo al tiempo ni a sus
nubarrones,
no me asusta nada por llegar,
porque cada ayer es un presente
y cada presente es el presagio de
un futuro
que se retuerce con ira en el desden constante;
me iré con la soledad y la
quietud
del agua calma, de las hojas
muertas
que sin hacer ruido duermen
en alfombras de hierba,
con flores que nunca abrirán.
Se me hizo tarde en el sendero,
y ese frío me rodea, con la
cómplice niebla
que de blanco difuso cubre el
valle.
A qué soñar despierto
y a qué preguntar al sueño
de tu amor fingido;
mejor es la lenta amnesia que
borre
como la lluvia deshace las
huellas
de este andar sin rumbo,
de este vivir esquivo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario