Supongo que será inevitable el que, tras
un final, una ruptura, se asomen los larvados reproches, en una selecta
colección, y estratégicamente ubicados en nuestra memoria, que de repente se
vuelve selectiva. Aparece casi de la nada ese clon que todos tenemos, silencioso
en la calma y el sosiego, pero feroz guerrero, hábil y diestro, como gladiador
en la arena que sólo vive y muere por y para el César. De esporádicas
apariciones en lo cotidiano, razonando tal vez los pros y los contras, pero
inmisericorde siempre en toda huída hacia delante, sabiéndose garante y
defensor a ultranza de un orgullo malherido. Ha de dejar alto el pabellón de su
escuela, demostrar ser el mejor con la red y la espada, porque de ello
dependerá también su libertad, cuando podrá, como premio, desprenderse de su
máscara, en esa mirada clavada en la tribuna a la espera de un veredicto.
Y como escritores sin pluma, pero con todo emborronado, llevamos consigo
la novela que por repetida en la rotativa de la vida, evitamos mostrar, pero
cada una es diferente en su argumento, aunque todas comiencen igual, aunque el
edulcorado prólogo vaticine algo diferente, pues, tras el primer capítulo, en
la mayoría es fácil adivinar el final. Protagonistas de la decepción y el
desencanto, de la soledad y el desamor, de parte del presente y de todo el
pasado. Como abrupta selva, donde es casi imposible ver el sol, así estuvimos,
como recolectoras de hojas, llevando y trayendo, en la sempiterna rutina que
nos hizo esclavos, consintiendo todo, con la etiqueta de ser “normales”, hasta
que un día, cegados por la luz, como Saulo, despertamos de ese letargo.
Pero todos en algún momento sabemos de lo incompleto, de lo que dejamos,
porque a algo nos debemos, y ponderar lo efímero de nuevo es caer en el error,
volver a la sensación del tiempo perdido. De nada sirve encuadrar la zona cero
devastada, de nada sirven los momentos del pasado como tabla de salvación, de
nada sirve la comodidad con la traición del engaño, de nada sirve claudicar para
volver a la celda, pues en la conciencia quedará despreciar la libertad que
tanto deseamos.
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