domingo, 8 de febrero de 2015

Del orgullo herido, de arena y gladiadores...









        
      Supongo que será inevitable el que, tras un final, una ruptura, se asomen los larvados reproches, en una selecta colección, y estratégicamente ubicados en nuestra memoria, que de repente se vuelve selectiva. Aparece casi de la nada ese clon que todos tenemos, silencioso en la calma y el sosiego, pero feroz guerrero, hábil y diestro, como gladiador en la arena que sólo vive y muere por y para el César. De esporádicas apariciones en lo cotidiano, razonando tal vez los pros y los contras, pero inmisericorde siempre en toda huída hacia delante, sabiéndose garante y defensor a ultranza de un orgullo malherido. Ha de dejar alto el pabellón de su escuela, demostrar ser el mejor con la red y la espada, porque de ello dependerá también su libertad, cuando podrá, como premio, desprenderse de su máscara, en esa mirada clavada en la tribuna a la espera de un veredicto.

   Y como escritores sin pluma, pero con todo emborronado, llevamos consigo la novela que por repetida en la rotativa de la vida, evitamos mostrar, pero cada una es diferente en su argumento, aunque todas comiencen igual, aunque el edulcorado prólogo vaticine algo diferente, pues, tras el primer capítulo, en la mayoría es fácil adivinar el final. Protagonistas de la decepción y el desencanto, de la soledad y el desamor, de parte del presente y de todo el pasado. Como abrupta selva, donde es casi imposible ver el sol, así estuvimos, como recolectoras de hojas, llevando y trayendo, en la sempiterna rutina que nos hizo esclavos, consintiendo todo, con la etiqueta de ser “normales”, hasta que un día, cegados por la luz, como Saulo, despertamos de ese letargo.


   Pero todos en algún momento sabemos de lo incompleto, de lo que dejamos, porque a algo nos debemos, y ponderar lo efímero de nuevo es caer en el error, volver a la sensación del tiempo perdido. De nada sirve encuadrar la zona cero devastada, de nada sirven los momentos del pasado como tabla de salvación, de nada sirve la comodidad con la traición del engaño, de nada sirve claudicar para volver a la celda, pues en la conciencia quedará despreciar la libertad que tanto deseamos. 

No hay comentarios: