jueves, 22 de enero de 2015

CAFÉ...Y SOLEDADES

   Hoy recorrí nuevamente el trayecto que me lleva hasta el café. Nada como un buen café al resguardo de la molesta llovizna fría que cala hasta los huesos, y nada mejor que una tarde, que por hostil y desangelada hace todavía más grata la estricta compañía del calor que desprende en pausados sorbos. Qué bueno, encontrar algo de paz durante quince minutos, y olvidar por un instante tanta prisa (ahora lo llaman estress), y pasear por el boulevard de los sueños, algunos rotos, parafraseando al gran Sabina.

   Es ahora, cuando está más cerca romper con lo cotidiano, con la repetitiva y monótona costumbre, con los hábitos de tantos años, cuando la vida sale al encuentro una vez más, como huérfano que abandona los interminables corredores escoltados por frías columnas y esa última mirada, que queda grabada para la eternidad.

   Le diré una cosa, don Antonio. Tengo ilusión por ver ese románico, antes que la muerte pise mi huerto, que ya no lo es, sólo un baldío donde la hierba crece y se confunde con el azahar de unos cuantos naranjos que siempre extrañaron aquél limonero que hace años se secó. Es pronto también para preguntarme quién se pondrá mi pijama, que no una cruz de metal, y quién sabe si abrigaré la idea de beber en los estanques, como su pajarillo, también errante, y suficientemente desconfiado para comer en cualquier mano, pero le prometo meditarlo en algún mesón de la estepa castellana, en forma de algún verso suelto que libere las riendas del sentir. En mi equipaje le llevo, don Antonio, a modo de guía para ver las altas torres coronadas, y esos chopos que parecen llorar cuando el viento y la lluvia agitan sus hojas. Será en días de sol cuando reclame también el consejo del maestro ungido de genio y locura, en cualquier camino, sin cuervos, que son presagio de muerte, mejor las alamedas y olivos.


   Se hace tarde y oscurece, y, casi sin darme cuenta, lo que queda del café ya está frío. Qué raro…ésta taberna no tiene mostrador de madera, ni es de mármol su encimera. Gracias, don Antonio, no importa si fue o no quien me invitó a este cálido y grato café…  



1 comentario:

Unknown dijo...

al ir leyendo ,es ir poniéndome en situación y es allí donde comienza la magia...me encuentro en ese lugar tomando un café con el poeta,no me ves ,soy invisible,con un brazo apoyado en la mesita,y la mano sosteniendo mi rostro solo te observaría,tu mirada esá lejos ,absorto en tus pensamientos,y yo tratando de adivinarlos,pero los vas volcando en el papel y los descubro,el mecanismo de la creación se ha puesto en marcha,te leo y sigo leyéndote,y sí a mi también se me ha enfriado mi café.gracias por permitirme viajar en y a travéz del tiempo