Hoy recorrí
nuevamente el trayecto que me lleva hasta el café. Nada como un buen café al
resguardo de la molesta llovizna fría que cala hasta los huesos, y nada mejor
que una tarde, que por hostil y desangelada hace todavía más grata la estricta
compañía del calor que desprende en pausados sorbos. Qué bueno, encontrar algo
de paz durante quince minutos, y olvidar por un instante tanta prisa (ahora lo
llaman estress), y pasear por el boulevard de los sueños, algunos rotos,
parafraseando al gran Sabina.
Es ahora, cuando
está más cerca romper con lo cotidiano, con la repetitiva y monótona costumbre,
con los hábitos de tantos años, cuando la vida sale al encuentro una vez más,
como huérfano que abandona los interminables corredores escoltados por frías
columnas y esa última mirada, que queda grabada para la eternidad.
Le diré una cosa,
don Antonio. Tengo ilusión por ver ese románico, antes que la muerte pise mi
huerto, que ya no lo es, sólo un baldío donde la hierba crece y se confunde con
el azahar de unos cuantos naranjos que siempre extrañaron aquél limonero que
hace años se secó. Es pronto también para preguntarme quién se pondrá mi
pijama, que no una cruz de metal, y quién sabe si abrigaré la idea de beber en
los estanques, como su pajarillo, también errante, y suficientemente
desconfiado para comer en cualquier mano, pero le prometo meditarlo en algún
mesón de la estepa castellana, en forma de algún verso suelto que libere las
riendas del sentir. En mi equipaje le llevo, don Antonio, a modo de guía para
ver las altas torres coronadas, y esos chopos que parecen llorar cuando el
viento y la lluvia agitan sus hojas. Será en días de sol cuando reclame también
el consejo del maestro ungido de genio y locura, en cualquier camino, sin
cuervos, que son presagio de muerte, mejor las alamedas y olivos.
Se hace tarde y
oscurece, y, casi sin darme cuenta, lo que queda del café ya está frío. Qué
raro…ésta taberna no tiene mostrador de madera, ni es de mármol su encimera. Gracias,
don Antonio, no importa si fue o no quien me invitó a este cálido y grato café…
1 comentario:
al ir leyendo ,es ir poniéndome en situación y es allí donde comienza la magia...me encuentro en ese lugar tomando un café con el poeta,no me ves ,soy invisible,con un brazo apoyado en la mesita,y la mano sosteniendo mi rostro solo te observaría,tu mirada esá lejos ,absorto en tus pensamientos,y yo tratando de adivinarlos,pero los vas volcando en el papel y los descubro,el mecanismo de la creación se ha puesto en marcha,te leo y sigo leyéndote,y sí a mi también se me ha enfriado mi café.gracias por permitirme viajar en y a travéz del tiempo
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