Una vez bajado el telón quedó
pensativo largo rato. Habían sido varios meses acudiendo a diario para ver
aquella magnífica obra, la belleza que ponía en alerta todos sus sentidos.
Cuando ya todos se habían marchado, concentró su mirada en el escenario,
emborronado por las lágrimas imposibles de contener. Aunque el decorado era el
mismo, supo imaginarlo diferente en cada actuación, porque cada puesta en
escena era una nueva obra de arte.
De todos los actores y figurantes
aprendió, pero quedó prendado desde el principio por aquella actriz de
larguísimos cabellos, de una belleza inconmensurable, de angelical voz. Cada
aparición suya era una magistral clase
de expresión corporal, de talento, con la soltura que sólo da el
esfuerzo y la exigencia por ofrecer cada día lo mejor.
Así, recordando cada función,
transcurrieron no menos de treinta minutos. Sintió una voz y una palmada en su
espalda, -- señor, disculpe, ¿se
encuentra bien?. La función terminó hace rato… --Oh, sí, sí…lo siento, lo
siento..
Se levantó apurado, y
dirigiéndose a la salida, pegó la última mirada a lo que había sido su pequeño
refugio, su otro mundo en el que en cada representación imaginaba ser el actor
principal. Ya en la calle, en la realidad, continuó andando bajo una llovizna
inoportuna, terminando por aceptar que nunca estaría en el reparto, que los
sueños nunca dejaron de ser sueños…
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