domingo, 7 de diciembre de 2014

CONFESIONES A UN AMIGO













   Agradecí tu visita de ayer, querido amigo, porque lo mejor siempre aparece de improviso, sin programar. Reconozco que necesitaba algo así, desconectar un poco, salir de esta rutina en la que un día me sumergí, para casi ahogarme demasiadas veces en tantas dudas existenciales.

   Y, como suele ocurrir, cuando nada es premeditado traicionamos como tantas veces a la vieja compañera de no sé cuántas noches, pero ambos desconocemos la deriva de cada encuentro, como ese madero que arrastra la corriente sin saber en qué meandro del río quedará varado en la orilla. Quedé sorprendido al comprobar que ciertas letras no se olvidan, y cantarlas a dos tonos, como ayer, fue todo un descubrimiento. Y es que la empatía de treinta y ocho años de camaradería, con las mismas inquietudes sociales, dan para mucho. Dejar atrás la guitarra me privó de aquellos sesenta granaderos, pero Los Chalchaleros merecen un respeto, al igual que Alfonsina y el mar, y no te digo nada si aparecen Larralde o Cabral, donde esa compañera es insustituible, de obligado rasgueo en cada trova.

   Y bueno, como diría Larralde, p’a qué acordarse de una época pasada…

   Sabes que no te puedo engañar, porque un amigo conoce como nadie las tempestades y cuándo aparece la calma, de dilemas y encrucijadas, de melancolías y soledades, de todas y cada una de las heridas que maltratan el alma. Ese gigante virtual me estaba devorando, y ahí anduve, dudando, amagando y no dando, nadando contracorriente en una inmensa playa de muchos y bellos delfines, con una hermosísima sirena, pero a la vez, tiburones que merodean listos para infligir dentelladas. He sacrificado la belleza que me llegaba cada día, lo mejor, pero seguir creo que me llevaría a un camino rozando casi la solución final de Belmonte o mi admiradísimo Vincent, al tiempo que traicionaría a quien tanto me ha enseñado, de quien tanto he aprendido, poseedora de las mayores virtudes para mí, como son la humildad y la sencillez. Mi vitalidad y retorno al arte se lo debo a ella, de la misma forma que mi pasión por las letras la acrecentó alguien de la hermosa tierra de El Greco, igualmente desde la sencillez y humildad. Tengo mucho que agradecer a tantos y muy poco lo que ofrezco, pero envidio tu saber estar, querido amigo por no implicarte más allá de lo que ambos sabemos que sólo quedará en quimera, en utópica fantasía.

   Necesito descansar de la ansiedad, poner en orden todo, sin descartar nada, sin forzar al tiempo, pero sobre todo, necesito encontrarme. El tiempo dirá si el más grande de los sueños alguna vez se cumple. No sé cuándo volveré a ese circo romano virtual, pero si he de regresar será con la templanza, la serenidad y sangre fría del gladiador, sin escuchar el griterío de la plebe, con esos lares donde los seres más queridos aparecen antes de cada combate.

   Termino con una semblanza de Juanma Hernandez,



El gran Coliseo espera un desliz tuyo, sólo uno. Nunca intentes escapar, será tu condena definitiva. No pidas ayuda, nadie te oirá. Recuerda que esta lucha es un mano a mano, pero no debes acabar con sus vidas, podría significar perder la tuya. Lo sé, no es justo, pero es lo que supone ser gladiador. El pueblo quiere a un guerrero fuerte, impetuoso, pero a la vez, noble y bueno. Ellos mismos proclamarán tu muerte si haces daño a su héroe o a alguno de sus lacayos. No quieren a un asesino. No elegiste estar aquí, pero solo ellos tienen derecho a matarte sin piedad. Sus vidas valen más que la tuya. Es un pensamiento primitivo, porque estamos en una época primitiva. Ellos son la realeza, tú sólo eres un esclavo. Somos una raza fuerte, por eso esta vida. La lucha acabará cuando tu contrincante mire al César. Si te salva, todo volverá a ser como antes. Si no lo hace, estás muerto. Ya no hay vuelta atrás, pusieron fin a tu vida. Es en este momento cuando ya da igual todo. Tírate a la arena cuando su espada atraviese tu cuerpo, deja de luchar, más agonía sería absurdo cuando la fría guadaña de la muerte te espera bajo la arena fría que pisas. Que todo pase cuanto antes. Ya sufriste bastante. Como único escudo tienes tu cuerpo. Como única salida, tu corazón. Somos un signo en las estrellas, una belleza entre machos. Somos la furia de una raza y la nobleza de una bestia. Y eso nadie podrá cambiarlo. Tu condena es haber nacido así…


   Hasta otra, mi querido amigo, porque sé que vendrán mas, de incógnito, sin avisar, pero siempre como la brisa y el aire fresco que solo es posible encontrar en la montaña, lejos de las voces y los gritos que atronan esta mente prisionera que se debate en la duda de si lo virtual puede ser susceptible de volverse real. 

No hay comentarios: