A la orilla de viejos olivos
se yerguen altivos los hinojales,
desnudos contra viento y frío,
y cual legiones en su poderío
como enemigo siempre esquivo
resisten el avance de los zarzales.
Ocres y amarillos en sus copas
pinta la tarde en la chopera,
el arroyo lleva las
muertas hojas
con arrullo de agua en su congoja,
y como presagio que la noche nota
duerme en silencio su larga espera.
Ay, luna de triste y larga ausencia
que alumbras claro en las veredas,
penumbra de alargadas figuras
que enfilan al cielo con finura
en un bosque de sombras y alamedas
testigos mudos de besos y querencias.
testigos mudos de besos y querencias.
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