Nunca nos situamos
en en un punto del camino por inercia, porque programar siempre es doloroso en
la eterna espera, en ese egoísmo que sólo mira para sí, concediendo la
importancia a lo que nos toca directamente, a esas expectativas que rogamos no
se tuerzan. Si ayer lo más simple y a la vez más puro nos pareció nuestra
suprema aspiración, fue porque nos quedaba mucho por vivir, porque tuvimos
aseguradas al menos veinte horas de cada diferente día, porque cada día es
distinto y no tiene secuencia o genotipo que busque culpables en eso de la
monotonía.
Y una vez
garantizado el amor, ese sentimiento por el que todo merece la pena, también
tuvimos tiempo para intentar cambiar aquello que chocaba frontalmente con lo
que consideramos el modelo de armonía, de justicia y solidaridad con ese otro
semejante que hoy, difícil de creer, a diario nos saluda. Piensa
diferente a nosotros, pero se levanta temprano también, incluso alterna de vez
en cuando con algún que otro improperio contra un modo de vida que le humilla,
que no le permite ver más allá de lo meramente práctico, del pobre método para
el que fue programado.
No deja de ser una
cadena que aprisiona y lacera nuestra carne, porque un poco de cada uno hacen
el todo de la libertad colectiva, en forma de razones que mueven esa rueda
dentada que compone nuestra vida, donde el giro solidario se traduce en
movimiento de ideas, de sentimientos, de toda suerte de emociones capaces de
transformar la rutina en bullicio y algarabía, de sonreir solapando
decepciones, de ampliar ese horizonte que abarca nuestra retina. Siempre será
prioritario dejar atrás lo negativo, lo que estuvo a punto de clasificarnos en
la mediocridad, del evento que pasó raudo y veloz sin pena ni gloria, de lo que
nunca deja huella en un corazón que siente, de esa hoja de calendario que
arrancamos sin ningún remordimiento, y esperando a veces que el destino nos
sorprenda. Nada somos sin nuestra iniciativa, sin esa fuerza renovada que es
capaz de traspasar un aura, sin la creencia firme de que somos algo más que un
mero ser en una increible naturaleza.
Olvidar las
emociones es de necios, pues nuestra vida, toda ella es un trayecto largo,
donde siempre suelen enontrarse la ida….y la vuelta.
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