viernes, 11 de julio de 2014

Muy ligado al ser humano está el escepticismo, el no creer, hasta darnos de bruces con la verdad. Pero la verdad duele, rebobinar se torna tarea tediosa, por lo que los mecanismos de defensa fortifican y amurallan todo acceso a la memoria. Dejamos en manos de lo onírico la ingrata labor de hacer las paces con la conciencia, porque también es rasgo relevante la cobardía.

También el horizonte, el único que recoge la muerte y el nacimiento de un nuevo amanecer, despeja los nubarrones que amenazan nuestra existencia, recordando que hay almas que se mueven, que incluso respiran, hasta se atreven a sentir la lluvia restando importancia a la tormenta. Qué gran error negar que tras la noche siempre llega el día...

Afortunado el verdor con sus selvas, pacha mama, madre tierra que sostiene la vida en forma de copas que hasta el cielo llegan, con la ingratitud a veces de entregarlo todo, y a la vuelta de un solo día, comprobar con estupor que ese todo...en nada queda!!

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