martes, 6 de mayo de 2014

LA CASA AMARILLA

     Detrás de cada obra hay una historia que sólo el propio artista conoce. La casa amarilla me atrajo porque fue allí donde Vincent se trasladó, alquilando cuatro habitaciones, no solo para el, sino para compartirlas con los posibles artistas que quisieran establecerse, crear el vínculo a través del que todos se enriquecen.

   Vincent invitó a pintores que coincidieron con él durante su estancia en París, aunque ninguno acudió, excepción hecha de Paul Gauguin, quien no lo hizo con un convencimiento absoluto, sino bajo el compromiso de devolver el favor a Theo, quien le compró varios cuadros, hablándole al mismo tiempo de su hermano Vincent.

   Presumo, ( y es mi simple observación), que el plante de aquellos artistas de París hizo mella en la autoestima de aquél hombre, de por sí atormentado, proyectando su ira en Gauguin, siendo este el blanco perfecto donde descargar su frustración. Fueron contínuos los enfrentamientos entre ambos, relacionados con lo artístico, con dos visiones diferentes del arte, y, por otra, situaciones límite que rayaban en lo personal. La relación entre ambos se rompió cuando Vincent atacó y persiguió a Gauguin por dos veces, navaja en mano, sin llegar a lastimarle. Fue cuando Paul decidió marcharse.

   Reconozco mi apasionamiento por toda la obra, así como la del hombre, porque ambos son excepcionales, pero saco una conclusión, repito, personal. Veo un trastorno bipolar, donde se suceden estados de verdadera creatividad unidos a comportamientos psicóticos, donde asoma ese Mr. Hyde que rompe el aura del creador. Es solo cuando el brote psicótico cesa, y Van Gogh, en el lado del bien, reconoce su error, e intenta por todos los medios recomponer la relación, y, ante la nula respuesta por parte de Gauguin, opta por cortarse con la misma navaja una oreja. Ni siquiera este suceso, propio de alguien mentalmente muy inestable consigue el cambio de actitud de Paul Gauguin.


   El casi monocolor de la obra, es otra pista a tener en cuenta en ese estado atormentado del gran Vincent, algo parecido a lo que mostraban los fauvistas, según la situación personal, las vivencias y cuanto influyera en su estado anímico. Tampoco puede descartarse la soledad, como ingrediente impredecible de la reacción lógica de aquel pelirrojo atormentado.  

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