En la vereda que lleva al río
siempre asoman las quimeras,
y si el ayer recuerda el hastío
hoy se tornan primaveras.
Dos orillas que se miran,
dos almas que contemplan
siluetas cuando el agua gira,
sueño roto que los aires llevan.
Espadañas y juncos se mecen
entre un chopo que muere,
frescura y verdor que no perecen
por saber que toda muerte duele.
Se pierde en la lejanía el agua,
en la tarde muda y calma,
si en el día el sol fue fragua
es la noche quien adormece el alma.
Siempre es tarde en el regreso
cuando desaparece el cañaveral:
Es volver a sentirse preso
sin poder abrir un ventanal.
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