domingo, 20 de abril de 2014

DIGNIDAD Y EVANGELIO

                   

   “ Bienaventurados los perseguidos por causa de la justica, porque de ellos es el Reino de los Cielos”.

   Esta cita engloba cualquier tipo de persecución, pero yo la cambiaría por la de injusticia, porque solo  la injusticia se traduce en persecución. La justicia, en el concepto tradicionalista de Céfalo es “ decir la verdad y devolver a cada cual lo que de él hemos recibido”, en contraposición con el radicalismo de Trasímaco, quien sostiene que la justicia “no es otra cosa que lo que conviene al más fuerte”. Proclama que la justicia es el interés del más fuerte porque es lo que dicta la naturaleza. Las leyes son una creación de los débiles para protegerse de los más fuertes.

   En el libro II de La República aparece una tercera teoría pragmatista, y que la sostienen Glaucón y Adimanto, quienes coinciden en que “la justicia es producto de una convención”.

   Así pues, cada interlocutor de Platón sostiene su propia teoría o concepto de justicia.

   De todas formas, puedo aceptar el enunciado de las bienaventuranzas, aclarando, eso sí, que una justicia desvirtuada y que no protege al débil, se convierte en injusticia. Atendiendo al radicalismo de Trasímaco, se dan las circunstancias cuando el III Reich, y siguiendo la naturaleza del más fuerte acomete la invasión, con la idea del expansionismo, así como la eliminación sistemática del más debil, en este caso, los judíos, gitanos y etnias no consideradas puras o acordes al pensamiento del más fuerte. El concepto de justicia, pues, no es absoluto, ya que caben infinidad de interpretaciones. La definición de Céfalo es la más suave, la que menos se implica, la más ambigüa, y en las antípodas a la que sostiene Trasímaco.

   Vuelvo a recordar que mi concepto de Iglesia es precisamente la que ayuda y socorre al desvalido, desprotegido y desheredado, destinatario de una desvirtuada justicia. Ellos también tienen dignidad, porque todos son hijos de un mismo Dios, destinatarios directos de cuanto expresan las bienaventuranzas. El fuerte aplica lo que considera justo, y el débil, como salida a una justicia que no recibe, acude a los medios que no siempre pueden justificarse, sobre todo, si esos medios provocan la muerte de un semejante. Puedo entender la Teología de la Liberación como respuesta a una injusticia, pero rechazo radicalmente que esa lucha vaya acompañada de las armas, porque en el evangelio no se muestra ese ejemplo de lucha.

   Sin embargo, y volviendo al III Reich, sí hay seguidores del evangelio, humanos también, y que intentan con sus actos resarcir y restituir la dignidad que el más fuerte, en su concepto equivocado de justicia les quita a los débiles. Son los que aplican la justicia de Céfalo: reconocer la verdad y devolver a cada cual lo que de él hemos recibido, o sea, reconocer que nos equivocamos, para, acto seguido, devolver la dignidad arrebatada. Desde el propio Papa Pío XII, quien viéndose impotente en una confrontación directa con Hitler transmitió la consigna a todos los conventos, iglesias, santuarios y seminarios católicos de Europa de proteger a los judíos, dándoles cobijo, documentos falsos y cuantos medios fueran necesarios, tendentes todos a evitar la deportación a los campos de exterminio. Dan fe de ello sobrevivientes del Holocausto, quienes agradecieron al propio Papa su cristiana intercesión.

   Gente como Gilberto Bosques, diplomático mejicano, que emitió de forma legal cientos de visados para judíos franceses durante el vergonzoso régimen de Vichy. En abril de 1943, en Bélgica, miembros de la resistencia, detuvieron el convoy nº 20, con destino Auschwitz, liberando a 231 personas.  En Bulgaria, cerca de 50.000 judíos no fueron deportados gracias a la presión ejercida por una parte del Parlamento, presidido por Dimitar Peshev y del arzobispo Stefan de Sofía, líder espiritual de la Iglesia ortodoxa.  Angel Sanz Briz, diplomático español, quien, en 1944 contribuyó a salvar la vida de 5.000 judíos húngaros proporcionándoles pasaportes españoles, primero a judíos de origen sefardí, y posteriormente a cualquier judío perseguido.


   Es una amplia lista de benefactores, de justos, de seguidores del evangelio, humanos también, y que restituyeron la dignidad a un pueblo víctima de un concepto equivocado de justicia. 

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