sábado, 12 de abril de 2014

LA MAREA DE LOS DRONES

            

   Dicen por ahí, que desde el momento en que sentimos nostalgia comenzamos a morir. Allá cada uno con sus frases y pensamiento, pero sí digo también que una persona sin nostalgia se pierde en el vacío, de la misma forma que, cualquier tiempo pasado nunca fue mejor o peor. Cada uno de nosotros somos dueños de nuestra nostalgia, por lo que no cabe dogma de fe ni pensamiento único a la hora de afirmar una cosa u otra.

   Siento nostalgia de la belleza de aquellas radios antigüas de “lámparas” o tubos de vacío, y que tuvieron que ser toda una revolución en la época. Pero su desaparición era solo cuestión de tiempo, de poco tiempo. El conocimiento y futuras aplicaciones del silício y el germanio dieron paso al transistor, el componente que relegaría al olvido al tubo de vacío, aquél que tanto calor dio en hogares, el irradiado y el que reunía a toda la familia e incluso vecinos a la hora del famoso “parte”. El transistor llegó también con el díodo, las estrellas de aquella tecnología fría que despuntaba a inicios de los sesenta. Al pequeño aparato de radio, del tamaño de una cajetilla de cigarrillos no se le llamaba radio, sino transistor, por incorporar tan novedoso componente.

   Y la lucha por conseguir la miniaturización del mismo, con el alojamiento junto a otros componentes dio lugar al circuito integrado, esa cucaracha negra con abundantes patitas. Surge así el multicomponente compacto y multitarea, pues cada patita cumple su misión: alimentación, entradas, salidas, reloj o cristal, etc. Omito entrar en tareas de programación de estos porque corro el riesgo de desviarme de lo principal, y aburrir en exceso a quienes tanto respeto me merecen.

  Si antes la tecnología avanzaba cada veinte años, tras la aparición del microprocesador, la innovación es anual, incluso de meses. Una vez saturado el mercado mundial de las telecomunicaciones es preciso aplicar esa tecnología puntera al ahorro de costes, así como la sustitución paulatina de labores o trabajos encomendados al hombre. Aparecen los drones. Pero…¿qué son los drones?.

  El hombre venció las fuerzas de la gravedad con la invención del aeroplano, desde su versión primitiva y rudimentaria hasta conseguir motores capaces de desarrollar miles de caballos de empuje. El dron es un artefacto amorfo, sin gusto alguno por la estética aerodinámica, sin borde de ataque o flaps, con simples motores eléctricos y sus correspondientes hélices, autoalimentado por placas fotovoltáicas, capaces de conseguir la sustentación necesaria. Un dron es un simple objeto capaz de elevarse, sin nada más. Es la tecnología actual, la de nuestros Iphone, dispositivos de geolocalización, microcámaras, robótica la que le hace diferente por sus posibilidades de explotación, no solo en usos militares, sino civiles. A pesar de que los Estados lo limiten a usos militares, incluyendo España, puedo asegurar que las empresas no dejarán escapar ese tren llamado ahorro, pero a cambio del sacrificio de miles de puestos de trabajo. Nuestro cielo es la enorme autopista por la que pronto volarán los drones, dotados de sistema anti-colisión, visión nocturna, programados para entrega de mercancías, sin receptores humanos, de la vigilancia de bosques y su extinción. Será esa tecnología imparable, la que nunca toca fondo la que aparque al humano al cementerio de lo inservible, ni siquiera reciclable. Los drones vendrán de noche, a hurtadillas, se mezclarán entre nosotros como una máquina más, con promesas de rapidez, de comodidad, sin gastos, sin sobrecostes. Cuando seamos conscientes de su daño, será demasiado tarde, porque en el mundo habrá millones de desempleados, con el añadido de cero posibilidades de reconversión o reubicación del humano. ¿Será entonces el momento para decretar la selección de la especie? ¿Qué haremos entonces cuando tengamos una demanda excesiva frente a una casi nula oferta?.


   Ese es el verdadero problema. Tardamos más en pensar y razonar de lo que tarda un solo dron, con capacidad propia de actuar, y en base a los parámetros para los que es programado. Si la investigación con células madre, clonación, etc. entrañan un peligro real, por lo que supone la elección y selección de la especie, no menos lo es cuando se deja en manos de robots la supervivencia de la especie misma.

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