sábado, 29 de marzo de 2014

TREINTA HORAS


                                                 

     Nacemos sin permiso, y sin pregunta alguna nos ubican sin derecho a réplica. Como peones de una maquinaria imparable, como hormigas recolectoras, deambulamos en monótona jornada de un día compuesto de veinticuatro horas. Medimos nuestro tiempo, pero lo administramos sin control, y con el imperativo de producir solapamos los ciclos, sin espacio para lo verdaderamente humano.
    Es lo humano de lo que carecemos, anteponiendo virtualidad a realidad. Aplaudimos lo efímero y repudiamos la verdad, con el agravio de ser conscientes de lo que hacemos.Buscamos culpables, porque es terrible reconocer que nos equivocamos.
    Yo nunca entendí porqué lo humano va unido a lo racional, porque la realidad global nos muestra todo lo contrario.
    Nuestro calendario es erróneo, porque al  día le faltan seis horas. Faltan las horas de un propósito de enmienda diario, de lo que pudimos mejorar y no lo hicimos. Faltan las horas de las disculpas que debemos. Faltan las horas para reponer aquello que olvidamos. Pero, sobre todo, faltan las horas para los sentimientos que con demasiada frecuencia abandonamos.
    Cada día es una oportunidad que tenemos, y, si bien no tiene treinta horas, creo que es suficiente para intentar conseguir… ser más humanos.  

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