Según la
definición de Word Reference, “actitud
con que se muestra que dos o más personas de algo que es secreto u oculto para
los demás”.
Le doy vueltas y
mareo la materia gris en busca de otra acepción que no sea la del colaborador
necesario en un hecho delictivo. ¿Así de simple? ¿Cómo se crea la complicidad?
¿Surge espontánea o se busca? ¿Cuándo desaparece, para convertirse en algo tan
vacío, y que conocemos por simplicidad?.
La complicidad
siempre va de la mano de la curiosidad, saber a hurtadillas qué hay al otro
lado, qué piensa el otro, cómo nos ve el otro, requerir o preguntar para
sintetizar el modelo que se ajusta a lo que previamente idealizamos. También
puede estar motivada por alguna carencia puntual, como válvula de escape de
algo que nos incomodó en nuestra realidad más cercana. La complicidad por
tanto, nunca surge espontánea, porque siempre hay algo y alguien que la provoca.
Igualmente, es diferente, dependiendo del vínculo de sus actores. Una mirada puede
ser cómplice, sin que ello implique un nexo o asociación de ambos.
La complicidad,
como la conspiración, se cultiva, se adorna, con la sola intención de conocer
aquello que nos falta y por lo que nunca nos atrevimos a preguntar, esperando a
que el pentotal sódico o suero de la verdad en forma de frases, despeje la
incógnita y vuelva clara y meridiana nuestra sospecha. Solo es duradera en
tanto no se sobrepase esa raya imaginaria que separa las dos zonas en un bucle
casi infinito, y que una de las partes fije los tiempos: dónde, cómo, cuándo. Desobedecer esa norma no
escrita o pronunciada significa su inmediata desaparición, lo que da lugar a la
simplicidad. Se dice por decir, se entra por entrar, y se contesta por puro
reflejo, sin nada más que comunicar. A partir de ahí es inútil reconducirla,
porque, sencillamente, ya no existe.
No hay comentarios:
Publicar un comentario