viernes, 12 de diciembre de 2014

FELIZ NAVIDAD...?












   Hoy me desearon por primera vez en este año eso de felices fiestas, como ese educado “buenos días” al cruzarnos con el vecino. Si las luces, adornos y reclamos navideños son obligados, no lo son menos tan escuetas frases que salen de forma mecánica durante un mes.

   Tampoco se trata de, si nos dicen buenos días, mirar hacia el cielo esperando no haya nubes, y si las hay, permanecer mal encarados el resto del día. Esa sería la visión pesimista de quien, siguiendo la literalidad espera lo que le has deseado, o sea, un sol radiante. Es hilarante el ejemplo, y lo sé, y suelo reirme cuando lo recuerdo, y el consuelo para mí es que conozco pocos casos con ese marchamo pesimista, afortunadamente. Pero en mi acontecer diario, y por mi trabajo de atención a quienes demandan algo tan necesario, por encima de todo, como es la salud, he de ser más cauteloso para no herir sensibilidades, para no avivar más aún ese sentimiento de tristeza y melancolía que a todos nos invade en fechas como estas. Si bien la mayoría lo acepta de buen grado, e incluso devuelve ese feliz navidad, a otros podemos hundirlos en su ya de por sí maltratada autoestima. –Esta es mi navidad…artrosis, diabetes, y no sé qué más me sacará el médico…

   Efectivamente, es la navidad del enfermo, del crónico y en ocasiones, del desahuciado. Es la navidad de quien, como Ana, con semblante hundido y ojos llorosos hoy me dijo: -Me gustaría acostarme esta noche y despertar el 8 de enero…


   No es algo aislado, puntual, sino más común de lo que creemos, no ya en el enfermo, sino en personas a las que consideramos “normales”. Tal vez no lo exterioricen, pero, en el fondo sufren también la patología que yo llamo del desencanto. Participamos por inercia en esa actitud consumista que mostramos con guirnaldas y adornos procedentes de Asia, pero todo es para no caer en la ansiedad de unos días críticos en el calendario. Aunque hagamos esfuerzos sobrehumanos, el recuerdo de los que se fueron nos envuelve como esa fina niebla invernal, porque cada navidad nos aleja más de aquella otra de nuestra niñez, la de las carencias, la de la austeridad, pero con la diferencia de que ninguno de nuestros seres queridos faltaba a la mesa.

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