La sinceridad y la
desnudez del alma siempre tienen los días contados en cualquier tipo de relación,
porque, si todo das, más se te exigirá, y cuando ya nada hay por ofrecer o
mostrar, ese juego adivinatorio deja de tener sentido. Poner a prueba a la otra
parte llega a ser excitante mientras dura, se busca el momento, se experimentan
nuevas formas, todo para ver si responde a las expectativas que previamente
programamos tiempo atrás, cuando fuimos producto de la decepción, del fracaso,
cuando juramos que seríamos la roca insensible a todo tipo de sentimientos, que
no volveríamos a derramar una sola lágrima, que nada enternecería nuestro
maltratado corazón. También yo lo hice, también prometí que sería despiadado
con todo aquello que laceró repetidamente mi alma. Pasamos buena parte de
nuestra vida pidiendo perdón, dando y ofreciendo, y al mismo tiempo, tirando de
coraza, de escudo protector contra el desencanto.
Pero sucede que no
somos perfectos, que somos producto de nuestra debilidad, que nos hicieron con
altas dosis de sensibilidad, que no somos inmunes al daño o sufrimiento
externo, lejano o cercano, porque todos herimos y lastimamos. He llegado a
dudar de si creer y amar lo intangible es inocencia o necedad, y en ese dilema
sigo, creyendo aún que merece la pena tender la mano, cerrando mis ojos a eso
que no quiero ver, a lo que no debiera existir, al sufrimiento ajeno, a esa
sensación de ser insensible a las heridas. No quiero ser el tarotista que
desvela las flaquezas de nadie, ni sumir en el derrotismo a quien tal vez
necesite lo mismo que yo, que soy incluso más débil que el resto. Qué imperfección
la mía, que tras media vida no aprendí a ser inmune, que sigo y seguiré cayendo
una y otra vez en mi masoquismo cotidiano, en seguir conociendo más de mis
semejantes, en buscar justificación a tantas decepciones.
Hoy he llegado a
plantearme abandonar, convertirme en el otro yo que es tan diferente a este, y
hoy también he llegado a la conclusión de que no puedo, que debo ser lo que
elegí, por encima de todo el mal y el daño que pueda recibir en el futuro. No
abandono porque hacerlo sería despreciar con la indiferencia y el olvido a
quienes depositaron una confianza que ni puedo ni debo traicionar. Me alegro
pues, de no tomar decisiones en caliente, de sopesar y razonar en la medida el
desencanto, y lo repetiré una vez más : prefiero ser libre en soledad que
esclavo entre la multitud. Si siempre me negué a rendir pleitesía no lo haré a
estas alturas. Pediré perdón tantas veces como sea necesario, pero lejos queda
ya suplicar o rogar salvo a ese Dios que
nos puso aquí, en este valle de más lagrimas que alegrías, a juzgar por lo que
a diario vemos.
Porque todo está
aquí, nada tengo para añadir. Como alguien dice en una card, soy responsable de
lo que escribo, pero no de lo que el resto entienda…
3 comentarios:
Ay, D. Juan Luis, el eterno dilema, lo blanco o lo negro, la risa o el llanto, me quieren, no me quieren, lo he hecho bien o les he fallado, hablé de más o me quedó algo por decir..., sabe que no hay secretos, que no hay nada nuevo bajo el Sol. A todos nos pasa, a todos los que tenemos demasiada sensibilidad y esperamos mucho. Eso es lo que nos pasa, que esperamos mucho. Haga lo que crea oportuno, sonria siempre, escriba como escribe, sea. Seguro que no es tan grave el dilema. Seguro que no es tan grande el desencanto. Seguro.
Bonita música. He acabado bailando con mi perro. Feliz año. Feliz vida amigo.
Ay, D. Juan Luis, el eterno dilema, lo blanco o lo negro, la risa o el llanto, me quieren, no me quieren, lo he hecho bien o les he fallado, hablé de más o me quedó algo por decir..., sabe que no hay secretos, que no hay nada nuevo bajo el Sol. A todos nos pasa, a todos los que tenemos demasiada sensibilidad y esperamos mucho. Eso es lo que nos pasa, que esperamos mucho. Haga lo que crea oportuno, sonria siempre, escriba como escribe, sea. Seguro que no es tan grave el dilema. Seguro que no es tan grande el desencanto. Seguro.
Bonita música. He acabado bailando con mi perro. Feliz año. Feliz vida amigo.
Creo que nunca asumí que quien escribe es de todos y nadie a la vez. El muro invisible que separa a quien escribe y quien lee suele jugar malas pasadas cuando el deseo de escribir, de comunicar, se confunde con un ego inexistente. Nunca me movió ser flor de un día, qué digo, de segundos...
Haré los esfuerzos necesarios para conseguir esa estabilidad emocional, separar la sensibilidad que me hace involucrarme demasiado...Gracias por su ánimo, y feliz año, y mejor vida, por supuesto.
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