Aquí, lejos de las miradas extrañas, y muy cerca de las que quiero, me es más fácil el preámbulo que nace solo, porque no todo es verdad, y aunque no lo sea, tampoco tengo derecho a contradecir y mucho menos reprochar nada. Los calendarios están ahí, el tuyo y el mío, pero ahora sólo importa tu hoy, porque el ayer ya lo enterré....
Esa piel que es mi piel
y esa sangre que es mi sangre
reclaman con ansia
las manos redentoras
obviando aquél dolor y olvido,
y se aferra a la tierra
creyendo y sin querer saber
que su raiz no puede sostener
su viejo tronco carcomido.
Ese rostro de mirada ausente
es un libro nunca escrito,
testamento que da fe
del ayer y el hoy efímero,
calendarios grabados en la sien
y a fuerza de sol curtido;
ese rostro ahora enjuto
dice más por su pasado
y a la vez lo padecido.
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