domingo, 27 de abril de 2014

LA REVOLUCIÓN DE LOS CLAVELES O LA ETERNA DESCOLONIZACIÓN

    Ocurrió el 25 de abril de 1974. Teníamos la suerte, gracias a un Director nuevo en el internado, de contar con alguna que otra información privilegiada de cuanto sucedía en el exterior. Aquella canción de José Afonso “Grandola Vila Morena” no era una canción más, sino la señal que esperaba el FMA (Movimiento de las Fuerzas Armadas) a través de Radio Renascenca para ocupar los puntos estratégicos del país.

   Pero sería imposible entender aquella fecha sin adentrarnos un poco en la historia de Portugal, porque, hasta entonces, personalmente, conocía muy poco de nuestros vecinos, ni en los movimientos de izquierda se atisbaba lo que habría de ocurrir.

   La Dictadura salazarista estuvo instalada desde 1926. Fue el fin de ella lo que aceleró la retirada de las colonias, tras una guerra que parecía interminable, y donde tuvo un papel destacado el FRELIMO ( Frente de Liberación de Mozambique), la unión de fuerzas que lucharon contra la colonización portuguesa. Es durante la década de los 60 cuando se empieza a hablar de descolonización, desmantelamiento de la mayoría de imperios coloniales en Africa.  Rhodesia, Uganda y Tanzania, hasta entonces británicas, consiguen su independencia en 1962, ambos, vecinos de Mozambique, y cuya población pensaba que serían los siguientes en la independencia.

   Sin embargo, el Estado Novo no estaba por la labor, y Antonio de Oliveira, con la terquedad propia de cualquier Dictador juró no reformar su visión colonialista y mantener la soberanía a toda costa en posesiones bajo su dominio ( Angola, Mozambique, Guinea-Bissau, Macao, y Cabo Verde, entre otras). Los sucesivos líderes del Frelimo habían estudiado en Universidades elitistas y sólo era cuestión de tiempo la rebelión y lucha en las colonias. Durante la presidencia del primer líder del Frelimo, Edurado Mondiane, recibió ayuda de la URSS, pero sería con su sucesor, un marxista radical, (Samora Machel) cuando se hizo realidad la independencia.

  Aunque los medios de comunicación hicieron lo posible para revestir la Revolución de los claveles con cierto halo de romanticismo, la imagen del militar que alterna y comparte con el ciudadano de la calle, no fue así. Bajo mi punto de vista, y a toro pasado ya, creo que fue el excesivo coste de una guerra inútil, larga, donde la tropa tenía claro que se le enviaba a un matadero, sin el suficiente apoyo logístico y armamento, sin la convicción del deber patrio y con una moral minada, por los contínuos sabotajes en una interminable guerra de gerrillas, todo ello, en un ambiente hostil, lejos de seres queridos. Fue esa guerra absurda, como todas las guerras la que hundió su economía, la que hizo mella entre todos los portugueses, quienes eran conscientes, sabedores de que los anacronismos tienen fecha de caducidad. Las fuerzas armadas, con una bajísima moral entre sus mandos sólo fueron el instrumento para revertir el empecinamiento y obsesión de una Dictadura que ya estaba condenada a desaparecer.


   Aunque no todas las revoluciones son iguales, sí quedó grabado en mi memoria que aquél 25 de abril de 1974 no hubo derramamiento de sangre, ni guerra civil, porque todo un pueblo era consciente de que Portugal se desangraba intentando retener algo que nunca fue suyo, sino arrebatado por sus históricos gobernantes, siempre preocupados por el expansionismo, por atender la vivienda de recreo, abandonando la propia.

No hay comentarios: