martes, 25 de marzo de 2014

VAN GOGH O LA BÚSQUEDA DE LA PERFECCION

                  

    Cuando observamos alguna obra, es el impacto visual de la misma la primera impresión que nos llega, pero nada más. Pero siempre gratifica más y se comprende en conjunto si todo ese patrimonio va unido a su historia.
   Vincent Willem Van Gogh nació en Zundert, Paises Bajos el 30 de marzo de 1853, y, personalmente creo que, aunque viviese dos siglos, ni él mismo hubiese creído que con el paso del tiempo se convertiría en uno de los más grandes artistas del postimpresionismo.
   Pero, como regla común, salvo excepciones, y en otras disciplinas tal vez, el artista no nace, sino que de forma paulatina se hace, condicionado a su entorno, donde nace, vive o muere. Y es de esta forma como el joven Vincent comienza, pintando a vecinos y gente de su comunidad, en una región minera de Bélgica, donde marchó como misionero tras abrazar la fe protestante.
   De su paleta brotan tonos sombríos y ocres y es muestra de ello su primera obra, terminada en 1885 (Comedores de patatas). Sólo cuando se traslada al sur de Francia (Arles) su obra se transforma, sustituyendo la monotonía terrosa por los vivos colores que impregnarían su futura obra, la misma que provocaría gran influencia en el siglo XX entre pintores del expresionismo alemán y artistas del fauvismo, movimiento caracterizado por lo estético y sentimental, y un cierto espíritu ligado a la situación circunstancial del artista. Pertenecen a esta época entre otros, Matisse, Derain, Vlamink o Roualt.
   El nombre de Van Goh va asociado a los frecuentes episodios psicóticos que le acompañan a lo largo de su corta vida, en un ansia contínua y compulsiva de pintar, como si la perfección estuviese en el siguiente cuadro.
    Solo tengo un ejemplo, y tal vez no tenga un valor estadístico ni pueda compararse con lo sucedido con un compañero de estudios de mi época de internado. El perfil de Juan Antonio, que así se llamaba respondía a la brillantez, con notas casi todas de sobresaliente, y que tras las pruebas psicológicas a las que todos fuimos sometidos, arrojó el más alto resultado en coeficiente intelectual. Inquieto hasta ser casi hiperactivo, sin descanso, investigando siempre el porqué de las cosas. Nadie apreció su valía, y tras mediocres y temporales trabajos se suicidó a la edad de 37 años, la misma edad a la que Van Gogh puso fin a su vida de un disparo en la cabeza.

   Sin embargo coinciden ciertos rasgos, como el fuerte temperamento y un carácter difíciles de entender. Es el no poder desarrollar y culminar la obra perfecta lo que lleva al artista a la automutilación, para posteriormente y en la decisión más trágica, poner fin a su vida, la solución que le libera del tormento. 

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