Lola es otro resultado de la decepción. Es
también el resultado de ese ¿qué nos está pasando?.
Tiene un buen trabajo, y un hijo, fruto de la relación de alguien que nunca fue su amor, porque su amor era de derechas, de la caverna, del colectivo reaccionario. Cuando las hormonas despertaron estaba de moda ser rojo, era el distintivo de calidad para diferenciarnos del resto, y hasta se veía bien trasnochar, armar jaleo en algaradas, contribuir al triunfo de una ideología, y olvidando por contra los ideales de una familia más o menos estructurada.
Lola esconde una historia de traiciones a los ideales y una muerte prematura de la honradez en la figura de su hermano que siempre vio la compra de voluntades, el código de silencio no rubricado, pero presente siempre en la vida política, algo que no se le puede siquiera recordar porque en un instante aflora la impotencia, el dolor y la rabia contenidas en estado de sosiego.
Ella misma reconoce ser esclava del alcohol, ese compañero que jamás te contradice, que jamás te reprocha, pero que de no alejarlo con prontitud con seguridad te conduce al mundo de los ausentes. Mirada perdida en la terraza de un bar, reviviendo nostalgias, buscando tal vez una mano donde aferrarse, intentando ser como los demás, pasar desapercibida, confundirse entre la multitud. En todo momento evita salir los fines de semana, porque en el parque coincide con esas parejas duraderas, con esas que ella cree que son felices. Ay... si supiera lo que esconden esos lechos de felicidad...
La admiro, porque nunca dejó de ser persona, porque siempre fue humana, porque tiene la virtud de reconocer lo que fue, y sin tapadera alguna, lo que es, a riesgo de sufrir el rechazo de los bien avenidos, de los modélicos.
Tengo que decirte, querida Lola, que Fabrizio de André estaría orgulloso de ti. El fue un cantautor italiano, que, al igual que Toulusse Lautrec eran capaces de ver la humanidad en prostitutas, en desheredados, en esa escoria que tanto molesta a la normalidad. Decirte que, cuando en 1999 murió, víctima de un cancer, a su entierro acudió todo el mundo de la cultura, la política y la economía . En primera fila estuvieron también los marginados, los excluidos, los que siempre sonrojaron a la opulencia, los que siempre fueron la inspiración para denunciar la hipocresía de toda una sociedad.
Te admiro, querida Lola, porque nunca dejaste de ser humana.
Tiene un buen trabajo, y un hijo, fruto de la relación de alguien que nunca fue su amor, porque su amor era de derechas, de la caverna, del colectivo reaccionario. Cuando las hormonas despertaron estaba de moda ser rojo, era el distintivo de calidad para diferenciarnos del resto, y hasta se veía bien trasnochar, armar jaleo en algaradas, contribuir al triunfo de una ideología, y olvidando por contra los ideales de una familia más o menos estructurada.
Lola esconde una historia de traiciones a los ideales y una muerte prematura de la honradez en la figura de su hermano que siempre vio la compra de voluntades, el código de silencio no rubricado, pero presente siempre en la vida política, algo que no se le puede siquiera recordar porque en un instante aflora la impotencia, el dolor y la rabia contenidas en estado de sosiego.
Ella misma reconoce ser esclava del alcohol, ese compañero que jamás te contradice, que jamás te reprocha, pero que de no alejarlo con prontitud con seguridad te conduce al mundo de los ausentes. Mirada perdida en la terraza de un bar, reviviendo nostalgias, buscando tal vez una mano donde aferrarse, intentando ser como los demás, pasar desapercibida, confundirse entre la multitud. En todo momento evita salir los fines de semana, porque en el parque coincide con esas parejas duraderas, con esas que ella cree que son felices. Ay... si supiera lo que esconden esos lechos de felicidad...
La admiro, porque nunca dejó de ser persona, porque siempre fue humana, porque tiene la virtud de reconocer lo que fue, y sin tapadera alguna, lo que es, a riesgo de sufrir el rechazo de los bien avenidos, de los modélicos.
Tengo que decirte, querida Lola, que Fabrizio de André estaría orgulloso de ti. El fue un cantautor italiano, que, al igual que Toulusse Lautrec eran capaces de ver la humanidad en prostitutas, en desheredados, en esa escoria que tanto molesta a la normalidad. Decirte que, cuando en 1999 murió, víctima de un cancer, a su entierro acudió todo el mundo de la cultura, la política y la economía . En primera fila estuvieron también los marginados, los excluidos, los que siempre sonrojaron a la opulencia, los que siempre fueron la inspiración para denunciar la hipocresía de toda una sociedad.
Te admiro, querida Lola, porque nunca dejaste de ser humana.
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