Si atendemos a
razones biológicas, según cuenta la comunidad científica, encajamos en lo
catalogado como homo sapiens, el resultado de miles de años de evolución ,
acompañada de cambios significativos en nuestra genética, adaptados siempre al
entorno, modificando conductas y pautas de comportamiento.
Es al llegar al
desplazamiento bípedo donde la evolución se detiene, sin retroceder al modelo
de los primates. A partir de ahí toda la anatomía evoluciona para la forma de
andar erguido, añadiendo el hecho diferencial del raciocinio, un lenguaje
medianamente elaborado, así como el aprendizaje y estudio de todo cuanto nos
rodea. El homo sapiens desarrolla sus habilidades y conocimiento según las
necesidades en toda su cronología evolutiva, armas para la caza, transporte de
elementos, vasijas, etc. La efectividad de una flecha se mide por la capacidad
de penetración y desgarro muscular, así como el transporte de animales, madera,
es aliviado en gran medida gracias a un elemento más o menos circular y unido
por un eje.
Tampoco me
extenderé más en lo anterior porque suficiente bibliografía existe para un
estudio mucho más profundo, y porque realmente me preocupa más llegar al homo
sapiens actual, aunque le llamemos hombre o mujer, masculino o femenino, niño o
niña. Nos definimos como humanos, estableciendo esa separación radical de los
animales, pero también somos vecinos, amigos, hijos, mecánicos, electricistas,
informáticos, ingenieros, etc. Si ayer era la especie segregada, hoy formamos
comunidad, compramos el pan, una cajetilla de cigarrillos, pagamos un alquiler,
nos endeudamos con el Banco, paseamos nuestro perro y llevamos nuestros hijos
al parque. También somos temerosos de la creencia de algo muy superior que nos
vigila, y si herimos o lastimamos, un conjunto de neuronas se encarga de
activar los resortes en forma de conciencia. Eso es así en la relación
persona-persona.
Pero es solo en la
naturaleza, en completa soledad, sin la contaminación acústica del progreso,
sin la estridencia de nuestros molestos vecinos, sin la prisa que nos consume
cuando acertamos a preguntar lo impreguntable: ¿De dónde salió todo esto? ¿Qué
azar o capricho quiso mostrar tan magnífica obra?.
Sólo transcurren
seis minutos para preguntarnos porqué el homo sapiens, el más sapiens tras
manipular y controlar a la comunidad todo lo destruye. Lo hace con la ideología,
con el voto, con la conciencia, terminando en la guerra , olvidando de repente
los logros de la evolución, repudiando sus ancestros, utilizando la tecnología
para la negación de la especie, en incontrolable carrera a su extinción. Es al
volver al valle silencioso de naturaleza virgen cuando comprobamos que no somos
tan “antropos” y sí mucho más “pitecos”.
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